La industria automotriz, como muchas otras industrias, ha mostrado una constante evolución a lo largo de su historia. Mejoras en materia de seguridad, eficiencia, calidad, confianza y maniobrabilidad son el fruto de décadas de innovación y esfuerzos de las diversas casas automotrices para mejorar sus productos. Estas innovaciones y avances son probados y difundidos en todo el mundo por los grandes campeones del automovilismo. Los pilotos profesionales juegan un papel determinante, pues muchas compañías fabricantes de automóviles aprovechan la popularidad del deporte automotor y de sus máximos exponentes para difundir los resultados de sus progresos.
Y si hablamos de exponentes del automovilismo, es casi obligatorio citar a Juan Pablo Montoya, un talentoso piloto colombiano que desde sus inicios como profesional logró obtener triunfos y campeonatos a nivel nacional e internacional que lo llevaron a competir en la Fórmula 1, considerada la máxima categoría del automovilismo a nivel mundial. Una vez allí, Juan Pablo demostró un innegable don detrás del volante, algo que lo llevó a ganar varias carreras importantes de la mano de la escudería Williams y a competir de cerca con otros grandes pilotos de talla internacional. Es tanto su éxito que aún en la actualidad es considerado uno de los pilotos más importantes de Hispanoamérica en la historia del automovilismo mundial.
Una trayectoria de campeonato
Juan Pablo Montoya nació en Bogotá en 1975. Desde pequeño fue alentado por su padre a ingresar en el mundo de los autos y las competencias de motor. Podría afirmarse que su infancia transcurrió casi por completo en un carro ya que con tan solo 5 años inició su trayectoria en un campeonato de karts en el que se proclamó campeón nacional un año después. Desde entonces, no paró de cosechar triunfos a nivel nacional en categorías infantil, junior y komet.
Entre 1990 y 1995, obtuvo sus primeras victorias en categorías de mayor nivel, lo que le permitió con grandes esfuerzos viajar a Europa a participar en la temporada de la Vauxhall Lotus en Inglaterra en 1995. Su participación fue tan notable que le permitió ascender a competencias más importantes, donde destacó siempre por su talento innato. En el año 1998 ganaría el Campeonato Internacional de Fórmula-3000 como parte del equipo Super Nova, al tiempo que se convertía en piloto de pruebas de la escudería Williams.
Entre 1998 y 1999, Juan Pablo se hizo tan popular que empezó a ganar fama y reconocimiento local, donde el Gobierno colombiano lo condecoró con la Cruz de Boyacá y fue declarado mejor piloto del año por los medios locales. El automovilismo empezó a ganar fanáticos en el país, similar a lo que ocurrió con los ciclistas colombianos de las décadas de los 80 y 90.
Fue en el año 2001 cuando dio el salto definitivo a la Fórmula 1 como piloto oficial de la escudería Williams, donde lograría la victoria en el Gran Premio de Italia en Monza, primera válida de aquella categoría ganada por un colombiano en toda la historia. Tenía tanta proyección que muchos lo consideraron seriamente para hacerle frente a Michael Schumacher, heptacampeón mundial de la categoría en ese entonces y una de las grandes figuras del automovilismo a nivel global.
Durante su paso por la escudería Williams, obtuvo varias victorias y podios hasta que en 2004 fichó por McLaren-Mercedes, escudería con la cual obtendría otros logros importantes. Sin embargo, su mala relación con el jefe del equipo lo llevó a abandonar la Fórmula 1 en 2006. Su paso por esta categoría le dejó en su palmarés un total de siete victorias y 30 podios. Desde su retiro hasta la actualidad, ha corrido en las categorías Nascar, IndyCar Series y Sport Prototipos obteniendo victorias importantes como las 24 horas de Daytona y las 500 millas de Indianápolis en varias ocasiones, además de diversos podios y reconocimientos en carreras de gran nivel como las 24 horas de Le Mans.
Un referente en Colombia
Es de este modo como Juan Pablo Montoya se convirtió en un icono del deporte automotor en Colombia y en toda Hispanoamérica, pues sus grandes logros y títulos llevaron a toda una generación a creer en lo imposible. En un país con deportes mucho más populares como el fútbol, el ciclismo y el patinaje, contar con un ejemplo tan exitoso en esta disciplina aviva las esperanzas de las jóvenes promesas que quieren seguir sus pasos y mejorar la imagen de la nación frente al mundo. Además de enviar un claro mensaje a todos los amantes del automovilismo en el planeta: es posible encontrar éxito y felicidad detrás de un volante y en cuatro ruedas, pero no debemos rendirnos hasta lograr lo que amamos.
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